jueves, 31 de enero de 2013

La lluvia ya no viene por aquí.


La lluvia ya no viene por aquí.

El césped se secó hace años,
aferrado a tierra dura,
dorado como sol inclemente
de cielo de llanura.

Ya los pájaros no vienen por aquí.

Los árboles se dejan ir,
sus troncos torcidos,
sus flores marchitas,
por el viento arrastrados.

Ni liebres, ni zorros, vienen por aquí.

Quedan un árbol o dos
que aún dan frutos
(ya ni tan dulces
ni tan coloridos),

y tienden sus ramas
hasta el cielo
(azul tan intenso
que arde como fuego),

Sus raíces, delgadas y arrugadas,
se hunden en la tierra como helechos,
porque los ríos ya no vienen por aquí.

Otrora hubo una arboleda
donde se posaban los pájaros
y el viento de la pradera,
y las hojas eran verdes
y los frutos de muchos colores,
y las liebres
huían de los zorros,
y el sol era amigo
del césped y los ríos.

Hoy hay páramo y estepa,
y ramas secas.

Tardes rojas.

Días de viento.

El sol sigue viniendo.

Pero la lluvia ya no viene por aquí.